Un trabajo, un accidente, el coma…así empezó mi otra vida

Soy BJRS, y en estas líneas quiero contaros como empezó y acabó mi vida y como de nuevo volví a nacer.

Con este pequeño relato quiero dar a conocer mi historia, quiero que me conozcan y que sepan la enfermedad que tengo. Quiero decirles a todas esas personas que padecen una enfermedad mental que miren “pa’lante y no pa’atrás” y que no tiren la toalla, pues se puede salir adelante.

Y a todas aquellas personas que desconocen nuestra enfermedad, decirles, que espero que con esta autobiografía, se pongan en mi lugar y en el lugar de todas aquellas personas que padecen una enfermedad mental, pues antes de juzgar se debe conocer la historia.

Nací el 15 de Mayo de 1974, sietemesino y con dos meses en una incubadora bastaron para sacarle una sonrisa a mis padres cuando me vieron nacer. El mayor de dos hermanos y el más travieso de todos, tuve una vida feliz, donde no tenía miedos, podía conducir, trabajar, disfrutar de mis amigos y mi familia.

Con 14 años dejé de estudiar, no obtuve el graduado escolar, pero sí tenía muchas ganas de trabajar,de comprarme una casa, una moto y un coche. Desde entonces nunca me faltó trabajo y a mi padre “nunca le cortaron la cara”. He trabajado de electricista, fontanero, mecánico, en un lavadero de coches, en el campo, en un almacén de cajas, otro de bebidas y otro de brócoli y de lechuga. Como veis para un joven de 15 a 20 años lo más importante era trabajar y ganar dinero para poder salir y comprarme todo aquello que deseaba.

Muchas veces es cuestionable lo que se considera dentro de la “normalidad”. Yo tenía una vida normal, era  joven, guapo, con moto, dinero, trabajo, salía con mis amigos, tenía novia… todo lo que un joven necesita para ser feliz.

Es por eso que me cuestiono muchas veces como es posible que las personas de hoy en día diferencien tan bien lo que es normal de lo que no es normal.  Te miran, te señalan o se ríen por el simple hecho del desconocimiento. No entienden que mi vida era como la suya, no entienden que yo no busqué tener otra vida y no entienden que tengo que dar gracias de poder estar hoy aquí vivo.

En esta vida, he tenido pocos pero buenos amigos. Pocas son las anécdotas que recuerdo, pero sí puedo decir quiénes han estado en todas ellas, pues siempre éramos los mismos, el Maki, el Sebas, el Largo y mi gran hermano y amigo Pepe.

Todavía recuerdo todas aquellas noches que salimos en moto, él en una Gimnson y yo en la Suzuki a cerrar todos los bares de Lo Pagán, la Ribera, los Alcázares o los Narejos, sobretodo recuerdo lo pesado que era para salir de su casa, entre que se duchaba, se afeitaba, se peinaba y se acicalaba el chaval. salía siempre una hora más tarde. Ahora, no tiene pelo como yo, supongo que terminará antes. Como yo le digo ¡No tiene un pelo de tonto! Qué bonitos recuerdos y que bonita edad, Pepe te quiero como si fueras mi hermano.

Tenía 21 años y trabajaba en un almacén de verduras y exportaciones. Todas las mañanas me levantaba, me hacía mi café, mi almuerzo y me iba a trabajar.

Como yo sabía trabajar y entendía de todo un poco, en la fábrica siempre me tenían de comodín, igual estaba en la cinta, en la torba, con la transpaleta, sacando cajas de género, montando o desmontando palés y metiéndolos en las cámaras. Aquel día me tocó montar palés, con un torico iba cargando de un lado a otro del patio.

El patio era la zona de muelles, donde aculaban los camiones para cargar o descargar la mercancía que nos llegaba. Todos los días cargábamos y descargábamos camiones.

Un 21 de diciembre,víspera de navidades, trabajábamos de madrugada. Esa noche había llovido mucho y montado en el torico mientras cargaba y descargaba los palés, las ruedas me derraparon. Caí 2 metros hacia abajo sobre el asfalto y encima de mí cayó el torico…

A partir de ahora, todo lo que puedo narrar es porque me lo han contado, ya que yo ya no estaba ahí, estaba inconsciente…

Tenía la máquina encima, los ojos cerrados y todo lleno de sangre. Mis compañeros la levantaron con otra máquina y como pudieron me sacaron de ahí. Hubo dos mujeres a las que siempre les estaré agradecido, Ascensión y Almudena, tuvieron la valía de montarme en su coche y llevarme al hospital, sin importar la sangre y sin tener cuenta ni los semáforos ni los ceda el paso. Si ellas no hubiesen sido tan rápidas, quizás no hubiese llegado.

Me llevaron a los Arcos y de allí en ambulancia hacia la Arrixaca. Estuve una semana en coma. Al despertar no sabía qué hacía allí. La historia que me contaron al principio era que me había dado un golpe en la cabeza con una caja. Mis familiares y amigos iban a verme y yo sólo sabía llorar por la impotencia de verme allí, de sentir que no tenía fuerzas ni para coger una botella de agua y de sentir que yo no era yo.

Tenía que ir apuntándome todo en papeles para poder recordar cómo se realizan las cosas, como por ejemplo, si tenía que ir a comprar algo o la hora y cuando tenía que ir al médico o hasta cómo poner una lavadora… poco a poco notaba que mi memoria y mi atención eran nulos, mi cabeza no se centraba para realizar cosas. Todo era como empezar de cero. Los ruidos fuertes como la lavadora, lavavajillas, la música, no la aguantaba, mi madre tenía que poner las lavadoras de noche, cuando yo estaba durmiendo.

Al caer del lado derecho, además de la cabeza, también  tenía el brazo lesionado. Realicé rehabilitación para el brazo durante varios meses. En la cabeza se aprecian dos cicatrices, en una me pusieron una válvula para drenar sangre y la otra fue la del propio golpe.

Después de un año más o menos, volví a trabajar al mismo lugar donde tuve el accidente. Recuerdo que estuve poco tiempo, me tenían de un lado para otro, pero para mí era imposible volver a adaptarme si no era con ayuda.

En esta época empezaron a darme recaídas. Las recaídas en mí eran altibajos de humor, igual estaba decaído que otras veces me sentía por las nubes y otra vez necesitaba la medicación.  La medicación me dejaba relajado, de buen humor y poco a poco se iban controlando mis estados de ánimo. Fueron años muy duros y decidieron darme la baja indefinida laboral y acudí a especialistas. Es entonces cuando me diagnosticaron un trastorno bipolar, ocasionado a raíz de aquel desagradable accidente.

Pese a todo lo malo que me estaba ocurriendo, mi pareja seguía conmigo y me apoyaba. Me casé con 30 años y el 23 de octubre de 2007 tuve a lo mejor que la vida podía darme, mi hija Blanca.

Actualmente tengo superado el hecho de no poder trabajar, pero recuerdo que me sentía nulo e impotente de no poder rendir en un trabajo y de ver cómo pasan las horas y los días muy lentos. La casa se me caía encima, mi pareja se iba a trabajar y yo me quedaba solo.

Mis amigos nunca me dejaron de lado, por suerte tuve su apoyo en algunos, mientras estaban aquí. Mi familia aceptó la situación, me apoyó en todo y me siguen apoyando, siempre dándome todo su cariño. Mi hija me quiere con locura y yo a ella.

Actualmente vivo solo, sé hacer de comer y sé llevar una vida totalmente independiente. Lo malo ya ha pasado y ha sido aceptado; sé controlar mi vida y tengo a gente que me quiere. Estoy en una Asociación que me ayuda día a día, AFEMAR ha sido un punto de apoyo para poder afrontar un trastorno bipolar. Gracias a sus profesionales, que están en todo momento, incluso fuera de sus horarios de trabajo, he podido superar “bajones” muy importantes. Hay problemas que plantea la vida que te hacen “caer”, no querer salir de la cama, “ver todo muy negro”. Estas situaciones las he podido superar gracias a la ayuda profesional de la asociación y de su centro de día, ayudándome a manejar síntomas, mis altibajos de estado de ánimo, en los que a veces me encuentro eufórico y en otras en la tristeza más profunda.

Nunca pude imaginar que mi vida iba a ser así. Nadie piensa que su vida pueda cambiar tanto en tan poco tiempo. Por eso quiero decir a todo el mundo que esté leyendo este pequeño relato, que conozcan qué es tener un problema de salud mental y cómo ayudar a las personas que padecen una enfermedad mental, pues las personas que convivan con nosotros, nos deben aceptar como somos. Se debe educar en valores para entender que todos somos iguales, nos deben querer tal y como somos, nos deben aceptar, dar cariño, comprendernos. La educación y el respeto te hacen ser mejor personas, haciendo las cosas de corazón.

Me gustaría agradecer a todas las personas que hacen que mi vida sea más feliz, lo importantes que son para mí.  A mi familia, especialmente a mis padres, a mi hermana y a mi hija Blanca, a todos mis amigos, compañeros y profesionales que trabajan en AFEMAR.

GRACIAS POR ESTAR SIEMPRE QUE OS NECESITO.

Agradecimiento especial a Verónica, que tanto me ha ayudado con este relato, sacando de mí todo lo que llevo dentro.

B. J. R. S

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